Solíamos levantar muros y amueblar de forma desorganizada nuestra mente.
Nunca nos detuvimos a pensar que nuestra mente fuera un lugar tan inmensamente amplio, que lo que pudo ser una lujosa mansión, lo convertimos en un retorcido laberinto, mal hecho, de planes baratos, que crujen o se agrietan con el paso de cada pensamiento. Complejo. Sofisticado. Con bodegas llenas de “No Sirve”, con oscuros pasillos que se comunican entre sí, y por todos lados hay fosas donde esconder las galerías secretas de nuestro caos como personas.
Solo
cuando
somos
lo suficientemente
maduros,
nos damos cuenta lo fácil que era levantar una pared
para esconder nuestra miseria
y lo difícil
que ahora
significa
demolerlas todas.
Habíamos arreglado
el lobby
que dejamos ver a los demás.
Para los más hábiles
decoramos algunos dormitorios.
Es por eso
que tú también
quisiste huir
a la mente de los demás.
En la propia ya no hay tanto sitio.
La aprobación de los demás
es nuestro único laberinto.
Autor: Rodolfo Navarrete