EL FLAMENCO

El flamenco, a lo largo del siglo, ha conseguido hacerse universal. Desde su rincón humilde, desde su localización cerrada en tierra andaluza, desde su reducto casi tribal, empezó a influir en la música culta. Numerosos compositores de la categoría de Albeniz, Glinca, Granados, Rimsky-korsakoff, Falla o Debussy lo escucharon y se inspiraron, después, en él. Todo esto llevó al flamenco a una aceptación cada vez mayor y a ser apreciado por públicos más cultivados. A ser escuchado en lugares donde sólo se permitía la música clásica. Círculos de élite social, distanciados totalmente de todo lo popular, lanzaron sus olés y sus aplausos a falsetas y «quejios».

Los conciertos del guitarrista Ricardo Montoya en París o D. Antonio Chacón cantando al rey Alfonso XIII, son ejemplos del inicio de dicho proceso.

Una de las referencias más antiguas del flamenco habla de lo que se considera como proto-flamenco, y concretamente, sobre las reuniones de gitanos que hoy se llaman en lenguaje popular juergas flamencas
Estas están en las Cartas Marrueca que el gaditano José Cadalso (1741-1782), escribió a finales de siglo XVIII.

En una de esas cartas (la número VII exactamente), Cadalso describe cómo en la sociedad costumbrista andaluza, ya existía esa relación entre clases sociales, en la cual, las reuniones nocturnas se daban por doquier.
Allí nos muestra personajes como el Tío Gregorio, con los que el autor reconstruye las fiestas flamencas casi siempre nocturnas que eran acompañadas con palmas, guitarras, castañuelas y baile:

Allí tuve la dicha de conocer al señor tío Gregorio. A su voz ronca y hueca, patilla larga, vientre redondo, modales ásperas, frecuentes juramentos y trato familiar, se distinguía entre todos. Su oficio era hacer cigarros, dándolos ya encendidos de su boca a los caballeritos, atizar los velones, decir el nombre y mérito de cada gitana, llevar el compás con las palmas de las manos cuando bailaba alguno de sus más apasionados protectores, y brindar a sus saludes con medios cántaros de vino. […] Contarte los dichos y hechos de aquella academia fuera imposible, o tal vez indecente; sólo diré que el humo de los cigarros, los gritos y palmadas del tío Gregorio, la bulla de todas las voces, el ruido de las castañuelas, lo destemplado de la guitarra, el chillido de las gitanas sobre cuál había de tocar el polo para que lo bailase Preciosilla, el ladrido de los perros y el desentono de los que cantaban, no me dejaron pegar los ojos en toda la noche.

Lo que se pretendió encerrar en las tabernas umbrías o en los lupanares había roto el cerco e iniciaba la expansión de sus valores culturales por todo el planeta. Como una premonición, Serafín Estébanez en sus «Escenas andaluzas» nos habla del legendario «cantaor» el Planeta, en el capítulo Una fiesta en Triana: «Entramos a punto en que el Paneta, veterano cantador… dijo el lindísimo romance del Conde Sol…». Es uno de los primeros documentos escritos que hay sobre el flamenco.

Sobre los orígenes del flamenco, solo podemos aventurarnos. La primera noticia escrita sobre el flamenco se encuentra en 1774, como hemos visto, en una de las Cartas Marruecas de Cadalso. El único dato conocido por transmisión oral es que se trata de un arte muy antiguo y que encuentra su cuna en Andalucía, en la rivera del Guadalquivir.

La expresión musical y poética del pueblo se fue formando con elementos gitanos y andaluces, una vez que llegaron a Andalucía los gitanos perseguidos por los cien mil jinetes del Gran Tamerlán, allá por el año 1.400, desde la India. Como dice García Lorca:» Y estas gentes, llegando a nuestra Andalucía, unieron los viejísimos elementos nativos con el viejísimo que ellos traían y dieron definitivas formas a lo que hoy llamamos «cante jondo».

En este «cante» tomó forma la expresión de un pueblo que, aunque encerrado y endogámico no puso reparos a recoger los materiales de la cultura que le rodeaba para expresar su alma. Un proceso más antiguo, pero paralelo al de la formación de la música del pueblo negro estadounidense para formar el «negro spiritual» y el «jazz».

Estos «cantes» se van formando con elementos orientales traídos por los gitanos desde la India con elementos arábigo-andaluces e incluso con elementos hispano-judíos, en lo referente a la música. La letra tal vez empezara con los romances (el pueblo gitano ya cantaba los romances en el siglo XVI, como puede presuponerse leyendo «La gitanilla» de Cervantes) que se cantaban por los pueblos de Andalucía para, posteriormente, en bellísimas estrofas poéticas, incorporar sus vivencias, cotidianidades y penas.

La «siguiriya» gitana, que, como dice Manuel de Falla, «posee determinadas formas y caracteres independientes de sus analogías con los cantos sagrados y la música de los moros de Granada» y «el uso reiterado y hasta obsesionante de una misma nota, procedimiento propio de ciertas fórmulas de encantamiento», puede llevar letras de este tipo:

De noche me sargo ar patio
y me jarto de llorar
en ver que te quiero tanto
y tú no me quieres ná.

Dicen que duermes sola
mienten como hay Dios
porque de noche con el pensamiento
dormimos los dos.

Qué pena más grande
tengo en mi corazón
tó er mundo tiene puerta en donde llamar
yo las encuentro cerrás

En ellas se expresan las cosas más cotidianas y más íntimas, las pasiones y las penas personales. En otros «cantes», el flamenco puede llegar a mostrar visiones tan profundas, y tan sencillas a la vez, como las Peteneras de la «Niña de los Peines»:

Yo quisiera renegar
de este mundo por entero
por ver si en un mundo nuevo
encontrara más verdad.

Y así, se inició, desde este germen, el nacimiento del frondoso árbol del flamenco que, actualmente, posee más de cuarenta «cantes» diferenciados:

Cantes primitivos que se hacen sin acompañamiento musical, a viva voz, como la Toná, la Debla, el Romance, la Carcelera o la Saeta, que solamente se canta en Semana Santa..

Cantes grandes como la Soleá, la Seguriya, el Fandango o los Tientos.

Y, después, todo un innumerable, conjunto de cantes derivados que abarca desde las Bulerías o las Tangos a los «cantes de Trilla» o los «cantes de ida y vuelta».

Con estas condiciones y con la evolución gigantesca que le han proporcionado en los últimos años auténticos genios de la guitarra, como Paco de Lucía o Manolo Sanlúcar, el flamenco ha llegado a expandirse por todo el mundo.

El toque.

Sobre la guitarra se ha hablado poco a pesar de ser a mi parecer el aspecto del flamenco que ha dado el salto más grande. Partiendo de guitarristas tan grandes como Diego el del Gastor o el Niño Ricardo ha aparecido un conjunto de auténticos virtuosos que ya no sólo se limitan «a marcar el ritmo y seguir al cantaor», como decía García Lorca, sino que entrelazan su música con el mismo «cante» iniciando tal vez una nueva etapa dentro del flamenco.

En la actualidad podemos señalar como «tocaores» señeros a Enrique de Melchor a Pepe el Habichuela o a Tomatito.

El baile.

El baile es lo más ritual dentro del flamenco. Es la cara litúrgica y la que más directamente, por su misma esencia, transmite el embrujo, el misterio del flamenco, el alma. El baile bien hecho es capa de traspasar a cualquiera, aunque no entienda nada de flamenco. Así como hay cantes sin guitarra, también los hay sin baile, como pueden ser los Romances, las Tonás y también las Saetas. En el baile, Matilde Coral, Manuela Carrasco Pepa Montes y Cristina Hoyos son las más excelsas «bailaoras» en la actualidad.

El cante.

Indiscutiblemente el cante es la estructura fundamental del flamenco. Lo más seguro es que primero se hizo el cante y, después, se le añadieron la guitarra y el baile. La Edad de Oro del «cante» nos dio a Manuel Torres, a Silverio Franconetti, a Juan Talega o a Bernardo el de los Lobitos. Entre los mejores «cantaores», hoy día, se puede citar a la Fernanda de Utrera, a la Paquera de Jerez, a Enrique Morente, al Chocolate o a José Meneses

JOSE MONGE «EL CAMARON DE LA ISLA»

Cuentan del «Camarón» que de pequeño se escapaba de su casa y se subía a los trenes que iban en dirección a Sevilla, a Madrid…
Cantaba por las calles, buscando recoger algunas monedas para poder comer. Y un buen día, quizá el mismo tren de antaño le dejó en el sitio justo del éxito. Grabó su cante acompañado por Paco de Lucía y ya fue imparable la difusión de su cante, llegando a públicos que ni siquiera se interesaban por el flamenco. Pero «el Camarón» llevó siempre una inquietud y un desasosiego inmenso. La pena negra que siempre le acompañó. Y contra la cual estuvo luchando hasta el final de su vida. Un día cantaba en un local de Barcelona en el que se amontonaban rostros morenos de pelo negro y ensortijado junto a exquisitas miradas azules de rubias melenas. Entre él y Brenes que le acompañaba con la guitarra entusiasmaron al público. Al final alguien se le acercó y le dijo: «José… ¡Qué bien has «cantao»!».
El volvió la cabeza y respondió : » Sí es que hoy me duele aquí…», mientras se señalaba con la mano el pecho. Y así, persiguiendo y, a la vez, luchando contra el duende, murió en esa vorágine a la que le llevó su arte.

Letra de PETENERAS cantadas por » el Camarón

PETENERAS

En la provincia de Cai
ha nacio la petenera
en un pueblo que le dicen
Paterna de la Ribera

Soy como el peregrino
que tiene un sufrir errante
y voy cruzando caminos
en un sinvivir constante
a cuestas con mi destino.

Autor: José L. Ruiz Castillo

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