Enrique Ibaville

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ÍNDEX

8- Canción de los pol-culi-zadores

7- De pobreza cataclismos y otros desastres

6- Refugiados

5- Sant Procés

4-Cortina rasgada

3- Los niños de la cola

2- Mare Mortum

1- Por cojones

8- CANCIÓN DE LOS POL-CULI-ZADORES

El opresor no sería tan fuerte,

sino tuviese cómplices entre los propios oprimidos

En Frases celebres de Simón de Beauvoir

(Para el poeta Ramón Toca que acuñó el término polculizado). (1)

I

El mundo está seriamente dañado

por los pol-culi-zadores,

sin que a nadie asombre nada

que esto nos esté ocurriendo

en el siglo veintiuno.

Por eso yo me pregunto

extrañado y sorprendido,

como mosca cojonera

que trata de hallar un remedio

para salir de la mierda

en la que estamos metidos,

¿quién lo des-pol-culi-zará?

Y como nadie contesta

a esta sencilla pregunta,

lo que encuentro inexplicable,

anuncio a quien quiera escucharme,

que el des-pol-culi-zador,

que de una vez por todas,

lo des-pol-culi-ce,

buen des-pol-culi-zador será,

pues desenmascarar

a aquellos que pol-culi-zan el mundo,

sean del género o color

que la naturaleza les dio,

representará una infalible esperanza,

para que los pobres de la tierra

podamos salvarnos

de la esclavitud que tenemos,

cuando abducidos, como Judas,

por unas cuantas monedas,

permitimos que delante de nuestras ojos.

se pisotee a aquellos que menos tienen,

que es tanto como decir

que dado que todos tenemos un precio,

la ideología la llevamos al mercado

no para que nos la destruyan

sino para que nos la compren,

simulando que al ombligo miramos

cuando con fruición a la mierda tocamos.

II

El des-poli-culi-zador, que yo invoco,

podría con su lógico talento,

rescatarnos de la atrofia emocional

que padecemos,

para alcanzar cuanto antes

el final de la inocencia,

y acto seguido liberarnos

de ese singular emboque reglado ,

que día sí y otro también

nos empotran por ahí ,

los pol-culi-zadores de turno,

¡a ver si os la aprendéis!.

“El mejor pol-culi-zador

es el que con gracia extrema

al mismo tiempo es capaz

de contar un edificante cuento

a los que sin piedad maltrata laboralmente

y lograr que estén orgullosos

por haberles uncido como bueyes

a la tiranía de un yugo”

III

Así que pol-culi-zados, del mundo,

Yo abogo por encontrar

no un des-pol-culi-zador cualquiera

sino uno que sea diestro maestro

en la abertura de miras,

para que tras intervenir nos los ojos,

al retirarnos la venda,

podamos ver,

cuando miremos de frente

a los que pol-culi-zan el mundo,

la realidad desprovista de resplandor y aureola

para desdibujar la llama de la esclavitud,

que sin tapa junta alguna

nos muestra tal cual es

la dolorosa evidencia.

.

Y es que, como muy bien saben

estos pol- culiza -dores,

si a la estaca de sus cuentos

sin chistar no te habitúas,

sacaran en cruzada nacional

los símbolos de la tribu.

que guardan en la cartera,

patria, raza y sacrosanta bandera,

que junto a la inestimable ayuda

que representan los votos,

que algunos cortos de miras les dan,

permitirá que gobiernen,

como si fuese normal,

los que desde siempre dicen:

“La vida no vale na,

cuando usando la información

para controlar la opinión del populacho,

no tienes unos cuantos cuenta cuentos diestros

en manipular sentimientos suprimiendo la razón.

Sin un pueblo idiotizado

al que podamos hacer creer

que los que causan sus males

son bestias irracionales,

a las que su egoísmo llevo

a abandonar el camino

que nos convirtió en humanos.

Sin obedientes patriotas

que estén más que convencidos

que las ordenes que su caudillo invoca,

deben de facto acatarse.……

Y no desechar jamás,

que la ayuda de unas falanges,

diestras en apretar el gatillo

como solución final,

es el camino más certero

para hacer que entren en razones

los que odian los valores sacrosantos

de familia, propiedad y estado”.

IV

Y es que pol-culi-zados del mundo,

en este siglo de cortos de vista

en el que estamos metidos,

no es lo peor ser miope,

sino olvidar se

de que cuando los que poseen

los bienes de producción

ven peligrar las ganancias que acumulan

en el fondo de su abultada cartera,

hacen lo que siempre hicieron

a lo largo de la historia,

buscar un carismático rapsoda,

rufián de las causas buenas,

que colándose por la ventana,

del gran teatro del mundo,

interprete la comedia democracia y libertad

mientras recita el Mein Kampf, (2),

para avivar el insano despertar

de la “vox” de un moderno Führer ,

que vetando a la soberanía popular

que se alíe con lo que llaman el mal,

poder conseguir la quimera que persiguen,

el sanguinario león con la piel de maleable cordero,

para proclamar

a través de la ignorancia

el endiosamiento

del fascismo universal.

(1) http://www.lapajareramagazine.com/entrevista-a-un-poeta-ramon-toca

(2) Mi lucha. Primer libro escrito por Adolf Hitler

Autor: Enrique Ibáñez Villegas

7- DE POBREZA CATACLISMOS Y OTROS DESASTRES

El mundo es una jaula

en la que estamos todos encerrados

el hombre y la alimaña

y eso sí,

cada cual en su nido

defiende su camada

En «El bulo» de Patricia Geijo

A la memoria de las víctimas del terremoto de Nepal del 2014

I

Mientras tomamos café

en los extremos de una misma barra

su mirada y la mía han coincidido.

Las noticias de la radio,

como cuerdas de un violín gastado,

nos ofrecen entre murmullos y tintineos

su terrible y diaria sinfonía.

Dicen que el techo del mundo

se ha derrumbado,

arrastrando en su caída

a miles de las más desfavorecidas

criaturas del planeta,

que pronto pasarán,

como las ensoñaciones

que desaparecen con el viento,

a agrandar la infame lista

de las cenizas olvidadas.

Olfateando con habilidad y experiencia,

perros adiestrados

buscan muertos y desaparecidos,

entre resquicios, grietas y agujeros

de casas , templos

y otros monumentos derruidos

por la voracidad enloquecida del seísmo.

En el mismo momento que las ondas

lanzan al aire la fatal noticia,

he descubierto

que un idéntico silencio interior

terrible, triste y sombrío me unía

con aquel desconocido

que desde el otro lado de la barra me miraba.

Las mismas dudas,

la misma pesadumbre,

el mismo dolor naciente,

igual sentimiento de inutilidad y tristeza ,

lo avisté reflejado en la mirada

de aquel extraño cliente,

cuyos ojos me decían :

“aunque no podamos encontrar sentido

al recurrente cuento

de que todos somos iguales,

por ser hijos de la literatura

que inventó la estirpe

del jardín de la manzana y la serpiente,

deberemos evitar convertirnos

en propios enemigos.”

II

Y mientras pagamos al unísono,

como aguijoneados

por algún impulso repentino

hilado por los fantasmas urgentes

de esa loca de la casa que es la imaginación,

escapamos del local combados, casi a trompicones,

para camuflarnos entre la arboleda

de un cercano parque,

parodiando a Caín,

cuando avergonzado por su crimen

se ocultó entre unas matas,

para detectar una tenue rendija de luz

que le permitiese asirse a la esperanza.

Una cálida brisa saluda nuestra huida,

tal vez sabedora de que la vaciedad de la memoria

hará que pronto nos ciñamos

el cíngulo dorado que purifica los pecados

y transmuta al culpable en inocente,

convirtiendo la naturaleza

en exclusiva responsable del desastre,

dejando a buen recaudo el dolor en el olvido

y la provechosa enseñanza que nos dice:

“para que unos puedan escalar

o practicar senderismo,

y disfrutar de las bellezas del techo del planeta,

la etnia sherpa de porteadores del pueblo Nepalí,

deberá continuar viviendo de la mendicidad

que le dan los equipos de escalada,

como premio por haber traído al mundo

rentables mulas de carga

para los escaladores,

que cuando lleguen a las cumbres,

recibirán los honores

que debieran ser otorgados

a cada una de esas.

tan miserablemente maltratadas,

mulas de carga”.

III

Enredadera de ataduras aceptadas

que aprisiona el pensamiento

cómo el enrejado de una jaula,

haciendo que olvidemos quienes son

los únicos protagonistas

de las hazañas de escalada,

y que el pozo de lágrimas de las víctimas

sí tiene culpables,

al no ser la naturaleza la única responsable

de estos desastres,

sino la imparable connivencia

de acaudalados carceleros transnacionales

que para que florezcan sus negocios

urden enjaular el pensamiento,

haciendo que primen los valores del mercado

por encima de la vida de todos los pueblos

de este mundo.

Autor: Enrique Ibáñez

6- REFUGIADOS

«Lo único que necesita el mal para triunfar

es que la gente buena no haga nada»

Edmund Burker

I
Huyendo de la muerte
para eludir el impío relato
que les define como daño marginal,
cuya fosa sin epitafio deben aceptar,
millones de refugiados con ojos llorosos
y rostro cansado,
como indefensas gotas de agua
abandonadas a su suerte
en un país en llamas,
se acercan a Europa y otros países
pidiendo ayuda,
en este adolescente siglo XXI.

2
Zarandeados por el viento y saludados con un odio
que permea fronteras,
deambulan como improductivos peones de ajedrez
en busca de un lugar seguro
acompañados de los seres más queridos
con la dulce ilusión de llegar
a una Ítaca feliz,
sin miedo, sin violencia y sin guerras
ausente de lindes aduaneros y libre de controles,
en días inventados,
a través de unos mares mecidos por palomas
o ensoñando caminos luminosos
cuando las nubes grises
nos dejan vislumbrar los barbados destellos,
que a modo de cálida esperanza,
nos regala un lacrimoso sol.

3
Aturdidos y temerosos ,
como el silencio que deja paso a las palabras,
se pierden en los sueños
que se perdieron otros
para huir de la muerte
y así justificar su funesta desgracia,
aceptando la historia
que logró conciliar lo imposible,
realidad y deseo,
gracias al invento del fantasmal Yahveh.

4
Y es que desde que
una pequeña aristocracia
de los antiguos hebreos,
para dar sentido a sus valores y vida de penuria,
convirtieron en creencia religiosa
de inspiración divina,
la existencia de un mítico edén fovista
en el que Eva, nuestra madre original,
engañada por una libidinosa sierpe,
dio a morder el anzuelo en forma de manzana
a un príncipe inocente y hermoso,
nuestro padre Adán,
reservando se en la documentada crónica
el papel estelar de raza sagrada y escogida
por un Rey de Reyes y Señor de Señores
Dios Universal,
ese egocentrismo de raíz quimérica
siempre ha estado presente en los relatos
basados en la fe judeocristiana,
por la fascinación perenne
que sentimos los humanos
hacía las portentosas fantasías épico poéticas
de la escritura religiosa.

5
De ahí que cuando los fanático teólogos
del hampa de la guerra
gritan como rabadanes
la pintiparada liturgia
que antepone identidad a ideología,
¡Hoc est terra mea!,
mantra también conocido como
Primero los de casa o Amurallemos las fronteras,
alentando a sus adláteres a hacer inexpugnable
el pedazo de terruño en el que viven,
tengan que persuadirles
mediante toda una serie de estrafalarias escenificaciones
político religiosas,
acompañadas de toda una serie de aparatosidades verbales
que remite a la pureza de la raza ,
al militarismo y a la obediencia al hechicero Führer,
para urdir disparatadas entelequias,
por cuya belleza y blasonada inconsistencia
el intolerante Homo sapiens
siempre ha estado dispuesto incluso a dar su vida,
cavando trincheras o ejerciendo el pastoreo religioso.
Olvidando una humilde verdad
carente de arrogancia
que nos escupe a todos los humanos en la cara
cuando a plena luz del día
nos atrevemos a mirarnos
de frente en el espejo.

6
Siempre fuimos y seremos
una apátrida hermandad de refugiados
a la búsqueda de luz
luchando contra los nidales fortificados de serpientes,
como párvulos errantes en territorio hostil,
en este desnudo planeta llamado tierra,
casa de todos y propiedad de nadie.

Autor: Enrique Ibáñez

5- SANT PROCÉS «L’independentisme ho cura tot” (1)

Substancioso tríptico para herejes, sobre avances en la investigación homeopática en Cataluña.

“el nacionalismo de los de arriba sirve a los de arriba. El nacionalismo de los de abajo sirve también a los de arriba. El nacionalismo, cuando los pobres lo llevan dentro, no mejora: es un absurdo total”.
Bertolt Brecht

I

Un conocido amigo mío neoyorquino, de moral incólume y exquisito gusto, afincado en los aledaños del Pasaje de las Arrepentidas de Barcelona, aficionado a los placeres del arte culinario y en posesión de una bula papal alimenticia “in eternis” concedida como posible alivio a la cronificación descarada de un inelegante acceso de prurito anal nocturno, seguido de unos sonoros y ventosos hipidos a causa de una oxiouriasis intratable, originada por su apasionado amor al seguimiento de una de las tendencias más refinadas de su ciudad natal, la degustación de ostras con champán francés al atardecer, goza comunicarme haber oído hablar a algunos investigadores miembros de la fundación cultural del pensamiento mágico “Institut Nova Història (INH)” de Barcelona, de la invención en Catalunya de un glamuroso producto farmacológico de naturaleza homeopática, inteligente, liposoluble, de producción sostenible y respetuosa con el medio ambiente, de consistencia sólida, forma cónica y redondeado por un extremo, que se administrará a los pacientes introduciendo lo cuidadosamente de afuera a dentro por el culo, mediante un movimiento lento y circunferencial con los pulpejos de la mano diestra o siniestra o valiéndose de un artilugio, en forma de lanzadera espacial, que puede ser accionada

automáticamente, de acuerdo con los tiempos, ayudándose de una aplicación activable desde el teléfono móvil. Habiendo sido antes desposeído el fármaco homeopático de la cápsula protectora, claro.
II
Este audaz supositorio, que ha sido amparada bajo el nombre genérico de San Procés “L´independentisme ho cura tot”, auguran, los que saben, será pronto un consuelo de cabecera de todos los males que actualmente afectan a la ciudadanía de este pequeño país llamado Catalunya. Mi amigo espera ilusionado que de entre todos los males transversales que prometen ser sanables por el fármaco, esté también el suyo.
¡Como para no estar feliz y esperanzado con la pronta derrota de esos atalantes comezones y sonoros hipidos anales que le asolan! , sobre todo a su edad, pues cuando la única solución que le ofrecía la medicina tradicional, para poder curar se del enseñoramiento de esa su molesta enfermedad, era aceptar los designios de la siempre desagradable e inelegante visita del asesino en serie que es la muerte, le anuncian ahora en algunos medios de la prensa, radio y televisión de los Països Catalans, que si confía en los efectos del alternativo mágico fármaco le podría dejar su apergaminado ojete como nuevo, mudo y limpio de gusanos con una sola dosis.
De ahí que, con la ilusión de que no sea ilegalizada esa investigación, se vaya diariamente a dormir mirando a las estrellas con el esfínter anal despierto y soñando con ver repletas de existencias las farmacias catalanas de esta forma farmacéutica milagrosa, para que sin demora alguna, hurgueteando con sus dedos o con la ayuda inteligente del mencionado disparador, ser el primero en poder introducirse, una dosis apropiada del analgésico Sant Procés “L’independentisme ho cura tot ” , por el insomne agujero de su desconsolado y crédulo culo.

III
Glorioso penetra miento en esos ignotos intersticios, gracias a lo cual y a la consoladora exudación emanada de los humores medicinales de los diferentes principios activos que componen el homeopático supositorio, espera sofoquen el fuego febril del comezón anal que sufre, y así devolverle la tranquilidad, el anhelado orden y el silencio al desabrido desgobierno impuesto últimamente por la algazara continuada de los ventosos hipidos anales causados por la dictadura de ese pequeño nematodo parásito humano “enterobius vermicularis”, en ese digno de lástima, ¡no me digan que no!, ojo del culo de mi amigo residente en Catalunya.

Autor: Enrique Ibáñez

4- CORTINA RASGADA

… cuando las voces broncas del país que desprecio ofenden tus oídos, el asombro te invade: ¿qué más quieren de ti?:¿no has saldado la deuda?:el exilio te ha convertido en un ser distinto, que no tiene nada que ver con el que conocieron: su ley no es ya tu ley: su fuero no es ya tu fuero: nadie te espera en Ítaca …
En Juan sin tierra de Juan Goytisolo


A mi madre .

I

Yo, también viví envuelto
en una tenue gasa
en la que los hilos del corazón
estaban coligados
a los recuerdos de pelotas de trapo o papel,
a canicas de barro o cristal,
a competiciones de aros, chapas,
moto pies de madera
y lecheras montadas a la jineta,
sobre cansinos burros
bajando por empinadas cuestas,
con ollas acomodadas
en avejentados cuévanos,
aromatizados por la punzante conjunción
de la humedad inseparable
de un persistente “chirimiri”
refregado con churras y boñiga.
También pensaba
que la añoranza era algo útil,
esa agridulce añoranza
de los cuentos infantiles
narrados en penumbra junto al fuego
por mi abuela,
misterioso acento de una voz extinta,
que un sábado muy feo,
en aquellos tiempos en que suicidarse
estaba prohibido por decreto,
decidió lanzarse al vacío
saltando desde el balcón de su antepecho
para coger un tren
que viajaba hacia la nada,
por negarse a ver
como su deterioro y decadencia,
progresaba imparable en el oscuro cuarto,
de la zafia y sombría estación,
de una España provinciana de posguerra.
Muerte, que para poder ser asilada
en campo santo
se anunció como Dios manda,
“habiendo recibido los SS.SS y la Bendición Apostólica”,
y que dejo a mi curiosidad vacía de respuestas,
lo cual me hizo acoplar sábado y desgracia
con visiones de nostalgia
de baños bullangueros infantiles
los veranos por la tarde,
en una pequeña playa llamada “Los peligros”
y tras del baño el inenarrable “ñisco”
al bocata de chorizo o mortadela,
para seguidamente ir toda la familia,
en tropel,
ataviados con viseras de paja
y pertrechados con coloristas
calderos y “ redeños”,
a coger cámbaros,
esquilas, lapas y caracolillos,
a un cercano promontorio.
Innúmeras imágenes
recuperadas de entre las imprecisas brumas
de esa enemiga mortal del sesteo
que es la memoria,
intercaladas con percepciones de recuerdos
de historietas
de terribles “sacamantecas”
persiguiendo a criaturas por las calles,
para extraer de su pancita
la grasa acumulada,
que convertida en aceite de fritanga,
decían los adultos,
se vendería al estraperlo por las calles.
Y el dulce nirvana de la siesta,
navegando entre la memoria y la imaginación,
para crear un mundo de ensueño y fantasía
que me ayudase a soportar
sin queja alguna
mi pobre vida cotidiana,
con el regusto del vinito blanco
de solera
o del “vermucito” tomado al mediodía
y soñando con el obligatorio tintorro
que tomaría por la tarde
para ser aceptado en la manada.

II
Sensaciones difusas de la sonrisa generosa
de algunos buenos amigos,
cuyos vestigios se engarzan imprecisos,
como los cristales rotos,
con imágenes de representaciones dispares
de obras de teatro,
proyecciones de cine y exposiciones de pintura,
devoradas con ímpetu inocente ,
para intentar comprender y comprenderme,
que me aventuraron en el dulce placer
de la lectura
entre las grises y agrietadas paredes
de un cadavérico ateneo santanderino
con olor penetrante a complicidad y naftalina,
cuyas actividades vigiladas dos pisos más abajo
por el siniestro delegado del
Ministerio de Información y Turismo
José Luís Herrero Tejedor,
sobreviven pegadas a asientos
de momentos compartidos
con un pequeño grupo de vencidos
en la incivil guerra española,
añoran tés de la pronta muerte
de Paquito, “La culona”,
para poder brindar con cava
bien fresquito,
mientras Ángeles Alonso,
directora del grupo Ateneo de Teatro,
junto a José Ramón Saiz Viadero
como coordinador de la sección de cinematografía y teatro,
del mismo centro,
soñaban desasnarnos con alegría contagiosa
introduciéndonos a una justicia poética
que nos transportase a un tiempo nuevo
alejado de los sometimientos culturales
del franquismo.
Ella montando obras perseguidas
de Lorca y Bertolt Brecht,
que podían costarte
unas buenas e indeseadas
vacaciones a la sombra,
en una nada teatral cárcel franquista
y él con sus enriquecedoras presentaciones cinematográficas,
cálido refugio libre de estereotipos y telarañas,
al amparo de cuyo verbo fácil y directo,
no sin riesgos,
descubrimos el auténtico significado de las palabras verdad y libertad
en un viaje iniciático
lleno de silencios y experiencias,
y cuyos difuminados trazos
guardan todavía una dulce huella
en el zarandeado lienzo de mi memoria,
al igual que el anexado regusto
de algunos devaneos furtivos
por las playas,
para transgredir el sexto mandamiento,
depositando sobre la arena
la recién ordeñada
leche erecta,
para huir de la sombra
del horrible vampiro protector
de la mentira en la que fui educado
a golpe de capón sagrado,
en la antigua tradición Hispana
de Dios y un Trino,
del ayuno obligatorio en Viernes Santo,
del genio y figura hasta la sepultura,
de la letra con sangre entra
y del conocido estribillo patrio
que tener un hijo poeta con ideas izquierdista
eran pistas claras para definirle
como hijo de puto rojo, masón y maricón.

III
En un colegio salesiano,
copón sagrado, protector y jaula,
del imperante proyecto nacional católico,
para la estandarización
de las almas infantiles
en la sumisa aceptación
del dolor eterno en esta vida,
entre desconsolados trinos de
¡Aaa…es!,
¡Eee…es!,
¡Iiii…is!,
¡Ooo…es! y ¡Uuu…es!,
gritos perdidos de rebelión
contra los fanáticos cruzados
que envueltos en el místico bramido
de “!antes morir que pecar!”,
intentaron encauzar hacía una primavera
de la angustia
los días azules de una inocente criatura,
que como florecita desnuda
era sometida en aulas,
pasillos y alados confesionarios,
a la regla de tocamientos indecentes
por parte de algunos de sus ángeles custodios,
bajo el incienso y la devoción
a ídolos esperpénticos sanguinolentos
pintarrajeados en arcilla
y encajonados en floridas hornacinas
recubiertas de algodón deshilachado.
Con una pimpante María Des Auxiliadora
que desde un cielo iluminado
con tubos fluorescentes
miraba hacia otro lado,
mientras entre manoseos se nos incitaba
a cultivar la sinrazón de la pureza,
vicio contra natura y olor a incienso
exento de gozo y de pecado.
Almas infantiles
que al igual que las adultas,
eran siempre prestamente castigadas,
por el santo tribunal de la doctrina de la fe,
para salvarlas de decir en público
la culpa silenciada
que debía guardarse a salvo
en la oscuridad de la alacena.
Siendo nos ofrecido para apagar
el impetuoso griterío del semen,
que pedía ser evacuado a buchadas,
el elegiaco canto al alumno predilecto
de Don Bosco,
ejemplar icono de la secta,
el “gilipollas” Dominguito,
para más luz apellidado el Savio,
todo bondad, todo alegría,
recibiendo la tortura jadeante,
para morir de vicio a los quince,
por amor a un barbudo y santo esposo
maquillado:
“Domingo Savio tú nombre es luz,
tú lema es canto de la virtud”.
Ácida introducción al sado-masoquismo salesiano
que marcó el destino
de toda una pléyade de criaturas,
que sin una queja y cara al sol
sufrimos los torpes apegos
de las abotonadas de la cabeza a los pies
depravadas Bernardas Lorquianas,
que se erigieron en egregias salvadoras
de las almas infantiles
por vía del adoctrinamiento
al servicio del franquismo,
y en firmes protectoras
de la paz sulfúrica
de un pueblo agredido.

IV
Pero aquellos tiempos de pisadas estériles
han pasado y la savia rebelde
ordenando el caos asoma,
ahora sin genio, sin figura, sin sangre,
de culo al sol y sola,
¡al fin apátrida!,
tentador festival de indubitados
devaneos furtivos
llorando a porfía entre mis piernas.
Los trinos inocentes
se han convertido en letra
la letra se convirtió en palabra,
las primeras palabras en notas,
las notas han germinado en acordes,
los acordes tañeron armonías,
las armonías cayendo en cascada
generaron música
y la música urdió poemas.
Bendito rosario desfragmentado
de pisoteadas cuentas,
cuyo esperma difuminado
en el lienzo de los recuerdos,
guarda la esencia de los sentimientos
que conforman los confusos sueños,
casi sin palabras,
que me permiten recrear el sesteo delincuencial
impuesto por el nacionalcatolicismo,
para cambiar el misterioso gozo
del culto al amor perfecto,
el desacralizado quebrantador de muñecas
que nos encanijaba y nunca decía no,
San Onán,
por el vacío y sacralizado
genio poético musicalizado
del Ave María,
que jamás decía sí,
y cuya sagrada tortura
rezo a rezo y cuenta a cuenta
nos ha convertido en un país rasgado
de historia estéril,
con un himen coronado
por hollados roquedales,
que conjurados por el espíritu
de los tiempos,
crearon la deshonestidad intelectual
de querernos hacer creer
que en la España franquista
la lucha de clases no había sido erradicada
“por cojones”
sino gracias al amoroso empuje
del Virgo Fidelis
que tu bordaste en rojo ayer.

V
Yo también sufrí la indigencia, los abusos y el abandono
de los primeros indeseados tocamientos,
de los primeros amores,
de los primeros descubrimientos,
de las primeras fascinaciones infantiles,
antes de que las palabras
comenzasen a alzar el vuelo
saltando de matorral en matorral,
como una bandada de indefensos gorrioncillos,
aprendiendo a volar libres de ataduras,
hacia otras culturas,
hacia otros mares,
hacía otros saberes.
Puertos enriquecedores
plenos de lírica blancura poética,
experiencias y aventuras dispares ,
a través de las cuales
comencé a navegar con música en la sangre
y en solitaria libertad
dejando atrás la laberíntica edad de la inocencia,
para al desplomar la tarde
fondear en la anaranjada ensenada
de la edad de la razón,
desde donde
con el florecimiento de la primavera,
arrié velas de nuevo,
esta vez guiadado por el letrado timón
de Talía y Melpómene,
para seguir los míticos meandros
del reino de la sabiduría,
cuyo serpenteado fluir faculta descubrir
la árida tundra que subyace al otro lado
de la cortina que tutela la neblinosa tierra
de las Hades,
estuario por el que me iré disolviendo lentamente
como el humo en el aire,
escuchando tras de mí el silencio
y abandonando esa rica biblioteca íntima
de costumbres, deseos y cosas,
vigilante museo de experiencias,
moldeada a lo largo del tiempo,
a base de inocencia, razón, y sabiduría,
adentrandome en el inabarcable delta
de la tranquilidad y el eterno reposo
en el que me iré haciendo gris y pequeño
hasta convertirme en sueño,
para alcanzar las negras sombras heladas
de la balsámica tierra prometida,
fuente de la humillada estirpe humana,
donde mis cansados huesos
¡al fin libres!,
vivirán “per in saecula saeculorum”
sin mañana ni tiempo
en el futuro de esa nueva vida
que es la gran totalidad de la nada,
junto a ti madre.

Autor: Enrique Ibáñez

3- LOS NIÑOS DE LA COLA

¿Quién salvará a este chiquillo

menor que un grano de arena?

¿De dónde saldrá el cuchillo

verdugo de esta cadena?

En El niño yuntero de Miguel Hernández

El 18 de mayo del 2016, un artículo de El Periódico de Catalunya

alertaba que niños marroquíes que inhalaban cola,

dormían en algunas zonas descampadas de “El Forat de la Vergonya”

en pleno centro de la Ciudad Condal.

Te engañaron Mohama,

te vendieron la moto,

te dijeron que Europa era tu paraíso

donde se encuentra el árbol

que te conecta al cielo,

desde donde es posible

dar forma a tus anhelos.

Y así creaste un sueño

sobre un falso andamiaje

y sin bula te fuiste

a cumplir ese empeño,

y dejaste en Marruecos

a miles que como tú,

pese a creer los cuentos,

no sienten todavía

el arrebato apremiante

de haber sido llamados por los encantos

de ese hondo querer de la hipnótica Europa.

1

Y una funesta noche

con la luna muy grande

y salpicado el cielo

de estrellas como estaba ,

te quedaste prendado de la cristiana Europa ,

¡la Europa genocida de dos guerras mundiales

y otro desatinos!,

de sus rubios cabellos,

de sus ojos azules,

y de su piel ¡tan blanca! .

Y ante tales encantos,

inmerso en tus ensueños

como un pobre chiquillo

solo y abandonado

fuiste a su paraíso,

eludiendo a sus guardias,

tropezando en sus muros,

saltando te sus mitos,

hasta que de contrabando,

en un oculto alijo,

¡cruel golpe del destino!,

a la nostálgica España

de “¡Muera la libertad y vivan las cadenas!”

entraste por Melilla

sin saber que ser pobre es allí un delito,

y que la vieja dama mira por sobre el hombro

a los desamparados que igual que tú

se acercan a su hacienda,

negando les el pan

con la insoportable altivez,

con la insistente arrogancia,

con la honda malquerencia

que niegan y desprecian

los que son nuevos ricos.

2

Y un día a media noche por entre calles largas

sin luz en las ventanas,

tiritando de frío llegaste a Barcelona,

donde otro embobado amante

de las bolsas con cola,

con ojos entelados

también a ella buscaba.

Y soñando encontrarla

e inhalando con gula

los malignos vapores que emanan

de un fofo pegamento

al tiempo que te embriagan,

juntitos empezasteis a gestar un “adagio” en la niebla.

Pero ella no responde a esa vuestra llamada

y en una lenta orgía “para arpegiaros bien”

cansados del rastreo,

como el aventurero exhausto

que un albergue ansía,

os quedasteis dormidos sobre un sucio colchón,

igual que un par de pajaritos

uncidos por un perverso trino.

3

“cuatro angelitos blancos tiene mi cama

cuatro angelitos que me la guardan”,

sin haber comprendido, ! chiquillos !.

porque la bella Europa

la de la tez tan blanca,

los derechos humanos y la mirada diáfana,

con sus rubios cabellos,

con la figura esbelta y la mente preclara,

orfebre del infierno de esa infantil llamada,

no salió a vuestro encuentro

a llenar de armonía ese sueño rebelde,

al que unos crédulos niños

declararon al alba, un amor inocente

en sincera alianza,

yendo a buscar en ella

el árbol de la vida

que te conecta al cielo,

donde poetizar los soñados anhelos,

en una noche clara con la luna muy grande

y el cielo salpicado de estrellas como estaba,

ese día les dijo

que les daría amor y un poco de esperanza,

tal vez la misma triste ignominiosa esperanza

que damos a las moscas,

dejar que mueran lentamente

adheridas a un pringoso papel encolado

mientras silenciamos nuestra conciencia

mirando hacia otro lado.

Autor: Enrique Ibáñez

2- MARE MORTUM

¡Como nos ha engañado nuestro siglo XX!.
Al tributo de la mentira nos obligaron.
Como leves villanos, las ideas,
al soplo de la vida se volaron.
En La balada de los Beatniks de Yevgeny Yevtushenko

A la memoria de los miles de muertos que yacen en el MARE MORTUM

Hace tiempo que nos hemos acostumbrado
a verles pasar
anclados a sus desvencijados carros de la compra,
con sus desastradas ropas,
sus caras de hambre
y la mirada repleta de esperanza,
la brisa les protege con su magia
y el fuego de la vida crepita en ellos
como un leño,
una urgencia de luz en la mañana.

1
Trabajan incansables por las calles
regalando la blancura marfileña de sus dientes
enmarcados por unos labios cetrinos
que guardan una herida dolorosa en la garganta.
Sin palabras ni lágrimas
van batiendo la cochambre
de todo lo podrido y lo negado,
allí donde agrupamos los desechos
que nos sobran.
Entre bolsas repletas de inmundicias
se mueven como bestias asustadas,
esperando una mirada generosa
que les haga sentir que son humanos.
Victimas de todo tipo de desprecios,
como flores sin pétalos,
arrastran esos pequeños objetos luminosos
recogidos del oscuro fondo del ocaso
donde se aloja la cara bruta
de esta sociedad del desperdicio.

2
Son los vagabundos de la chatarra
marginados huyentes
de la gran muralla de hierro y espino que corta los cuerpos
que no sobrenadan navegando penas
a merced del viento.
Su anhelo existencial les obliga
a buscar un lugar en el mundo,
para huir del polvo
que la vieja muerte siempre les ofrece,
una plaza en el huerto callado
del que no se regresa.
Son chillones y molestos, dicen unos.
Sus mujeres paren mucho, dicen otros.
Vienen a destruir nuestra cultura,
a comerse nuestro pan
y a dejarnos sin trabajo,
aposentando sus culos
en escuelas , transportes y hospitales,
se escucha en algunos noticieros de la noche.
Estos fantasmas de las pateras
no creen en el karma,
han atravesado mares y desiertos
dejando su tierra, cerrando su casa
buscando un prodigio entorno a una hoguera
bajo el cielo oscuro.
Y mientras, rodeados de moscas,
sueñan cabalgar los mares
hacinados en una barcaza,
sin quila, sin vela, casi sin cubierta
y volar como Ícaro al alcanzar tierra,
no saben que el demonio,
hado del destino que sus pasos guía,
saciará el hambre de un marino Hércules
caballo de espuma sediento de sangre,
glotón de los pobres ,
y sordo a los gritos del Ave María,
infame indecente entre dos columnas,
el gran Mare Mortum,
que sinnúmero de cuerpos humanos
en su dulce tumba de olas azules
y de espumas blancas
con fruición y gula devorar espera.

Autor: Enrique Ibáñez

1- POR COJONES

Derrostran con las uñas
y con los dientes rezan a un Dios de infierno en ristre
encielan a sus muertos, entierran las pezuñas
en la más ardua historia que la Historia registra.
Y el hambre hace su presa, los túmulos su agosto.
Tres años: y cien caños de sangre Abel, sin nombre…
(insoportablemente terrible es su arregosto).
Hija de Yago- Blas de Otero

I

Estos hombres que aquí veis

son los mismos que desde siempre nublaron

nuestro presente y nuestro futuro.

Sus acharoladas botas claveteadas,

unciendo cruz y espada,

junto a las bituminosas sotanas

con el acre pudor a rancio semen excretado,

convirtieron la fuerza de la niñez en tinieblas

y el centelleo de los sueños de juventud

en irracionalidad y ayunos,

mientras entre ostia desconsagrada y rosario en mano

nos hablaban de las tinieblas de los campos funerarios

y de la fe en la resurrección de la carne pecadora

tras transitar a la otra vida gracias a la muerte,

para así conseguir la máxima felicidad,

la salvación del alma

a través de la sabiduría que proporciona la ignorancia.

Tiempos en los que el aliento se convertía en mármol,

la ira en labios agrietados

y el silencio substituía a la palabra,

viendo como castrados, cual eunucos,

nos arrebataban la historia de las manos

cerrando nos los caminos de la vida.

Los pájaros cantaban ajenos al dolor de lo diferente

y el aire modelaba los contornos de las rocas

y el agua disolvía el alimento de las plantas

y el fuego quemaba los recuerdos

y la tierra acogía los rescoldos

en su agujereada matriz fecunda.

II

Siguió la vida.

Como un manto mortal cayó el invierno,

las sombras de sus cortos días nos coronaron

con huesos azulados por el frio.

Amistades que un día creímos fuertes

nunca más lo volvieron a ser.

El presente se nos difuminó.

La memoria se convirtió en cadáver

y la ilusión en estiércol,

tal vez esperando el día en que la máscara rompiese

allí donde aseguran brota la verdad

de estas cavernas de la barbarie

alimentadas por los despojos de la razón,

para verbalizar al mundo

la soledad de las cuerdas de prisioneros

cargados de silencio y piojos,

mantas en las que ni Dios,

ni su Madre Auxiliadora, quisieron mirar.

Campos de la muerte amordazados

durante largos años de espaldas indiferentes.

Mientras, en las horas que vendrán,

quisiera creer que fuese posible

pudiésemos beber en silencio,

injertando un canto de esperanza en medio de lo rastrojos

o gestando planes de consuelo,

para recuperar con ternura los abrazos

y los sueños perdidos.

No importa tanto

las cartas inmóviles sobre el viento

o los gestos aparentemente inútiles,

sabiendo que tus primeros amigos ya no están,

fueron atrapados,

sólo viven encendidos bajo los restos

de tus encanecidos cabellos,

o caminando vilipendiados por campos de estupor,

calles desiertas y puertas cerradas,

huyendo casi desnudos de la niebla

por resquicios luminosos,

a la búsqueda de escondrijos de utopía,

y tú, desconcertado y solo,

caminas casi a ciegas con otro nombre

por un país que no es el tuyo,

para salvarte de vivir la juventud

en ese angosto túnel de lo que fue,

la larga noche terrorista

de la inclemente postguerra española,

sin unas letras compasivas que te guiasen

para eludir la ruta

que siguieron los administradores de la muerte

y poder así descubrir

la dura intemperie silenciada

y los torvos cobijos,

guarida de la infamia,

con los que tuvimos que convivir como consortes

para ser lo que somos:

un pueblo pleno de desmemoriados,

que se proclama democrático y monárquico,

atrapado en el cómodo cubículo de un alzhéimer salvador,

el engendro de la belleza encanada de la senilidad,

y el olvido obligado a una memoria molesta,

impuesta a los vencidos,

mientras entre ostia desconsagrada y rosario en mano

nos hablaban de las tinieblas de los campos funerarios

y de la fe en la resurrección de la carne pecadora

tras transitar a la otra vida gracias a la muerte,

para así conseguir la máxima felicidad,

la salvación del alma

a través de la sabiduría que proporciona la ignorancia.

Tiempos en los que el aliento se convertía en mármol,

la ira en labios agrietados

y el silencio substituía a la palabra,

viendo como castrados, cual eunucos,

nos arrebataban la historia de las manos

cerrando nos los caminos de la vida.

Los pájaros cantaban ajenos al dolor de lo diferente

y el aire modelaba los contornos de las rocas

y el agua disolvía el alimento de las plantas

y el fuego quemaba los recuerdos

y la tierra acogía los rescoldos

en su agujereada matriz fecunda.

III

Siguió la vida.

Como un manto mortal cayó el invierno,

las sombras de sus cortos días nos coronaron

con huesos azulados por el frio.

Amistades que un día creímos fuertes

nunca más lo volvieron a ser.

El presente se nos difuminó.

La memoria se convirtió en cadáver

y la ilusión en estiércol,

tal vez esperando el día en que la máscara rompiese

allí donde aseguran brota la verdad

de estas cavernas de la barbarie

alimentadas por los despojos de la razón,

para verbalizar al mundo

la soledad de las cuerdas de prisioneros

cargados de silencio y piojos,

mantas en las que ni Dios,

ni su Madre Auxiliadora, quisieron mirar.

Campos de la muerte amordazados

durante largos años de espaldas indiferentes.

Mientras, en las horas que vendrán,

quisiera creer que fuese posible

pudiésemos beber en silencio,

injertando un canto de esperanza en medio de lo rastrojos

o gestando planes de consuelo,

para recuperar con ternura los abrazos

y los sueños perdidos.

No importa tanto

las cartas inmóviles sobre el viento

o los gestos aparentemente inútiles,

sabiendo que tus primeros amigos ya no están,

fueron atrapados,

sólo viven encendidos bajo los restos

de tus encanecidos cabellos,

o caminando vilipendiados por campos de estupor,

calles desiertas y puertas cerradas,

huyendo casi desnudos de la niebla

por resquicios luminosos,

a la búsqueda de escondrijos de utopía,

y tú, desconcertado y solo,

caminas casi a ciegas con otro nombre

por un país que no es el tuyo,

para salvarte de vivir la juventud

en ese angosto túnel de lo que fue,

la larga noche terrorista

de la inclemente postguerra española,

sin unas letras compasivas que te guiasen

para eludir la ruta

que siguieron los administradores de la muerte

y poder así descubrir

la dura intemperie silenciada

y los torvos cobijos,

guarida de la infamia,

con los que tuvimos que convivir como consortes

para ser lo que somos:

un pueblo pleno de desmemoriados,

que se proclama democrático y monárquico,

atrapado en el cómodo cubículo de un alzheimer salvador,

el engendro de la belleza encanada de la senilidad,

y el olvido obligado a una memoria molesta,

impuesta a los vencidos,

como “botín de guerra”,

¡por cojones!.

Autor: Enrique Ibáñez

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A Enrique Ibáñez el nostre més sincer agraïment.
Barcelona, any 2019

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