Entre el deseo de estar y haberme ido
donde no encuentre nadie ningún resto
cuando es el fracaso
la última verdad visible.
Formamos corazones con las manos
que a veces, apretamos
hasta exprimir el poco jugo que nos queda
otros, exhiben el rótulo de “Cerrado”
sellan las persianas de sus propiedades
y se esconden en la trastienda
-para no mezclarse-
como si mezclarse fuera un gran pecado.
A plena luz del día
suceden las imágenes
el impacto brutal que significa
descubrirse sin nada.
Juntos en un caos de perdedores.
Entre sectas legales e ilegales
nos atropella el tiempo.
Quién decide que debo conformarme
quién me anula la voz y lo permito
quién controla mi mente
quién me obliga a creer que ya no existo.
Roban en mi nombre
matan en mi nombre
solo me queda el llanto
solo me queda el frío
La naturaleza ya no es suficiente
para derribar los muros que presionan el alma
desisto en la lucha de convencerme
no siento ninguna esperanza.
Puntualizo sin provocar discordia
y
dejo escapar un grito:
¡Asesinos!–
Autora: Aigua Maria