Me regaló todas sus palabras
para que el olvido
almacenase geranios
en la trastienda de su boca.
Entendí entonces que siempre es la palabra
quien aprieta el gatillo,
armada de miedos y tormentas,
pronunciando secretos y eternidades.
Comprendí a los interrogantes
cuando llaman la atención del aire quieto
para que narre los ojos repetidos
que se anclan a la tarde,
con las alas del mundo extendidas
hasta tocar las costillas de un cielo
fecundado, sin más límite que el puro
movimiento hacia el perdón de la llama,
hacia el ruido de la noche
encendida, hacia el milagro del verbo
cuando se descalza.
Y los geranios crecieron ajenos
a la tragedia de haber perdido el nombre.
(del libro “Pancartas Incendiarias en mi pecho”. Premio Ciudad de Zaragoza. Ayuntamiento de Zaragoza 2011)
Autora: Marian Raméntol